Desde este Blog, hemos envitado a Docentes y miembros de la Comunidad Universitaria a realizar sus aportes frente a esta situación de Pandemia que estamos atravesando. Año 2020
En esta oportunidad, Gabriel Righetto, Lic. en Psicología MP 5253, Investigador y miembro de la Comunidad Universidad Nacional de Río Cuarto nos realiza el siguiente aporte sobre la Pandemia desde la Salud Mental.
Cambalache y salud mental:Repensar/nos en momentos de pandemia
Desde el campo de la salud mental, es de vital importancia continuar indagando el impacto que genera al conjunto poblacional los desencadenantes de esta pandemia.
Los efectos del COVID – 19 y la estrategia de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ahora distanciamiento) como medida sanitaria han configurado posiciones opuestas en la ciudadanía.Aunque cueste creerlo es así, se encuentran quienes intentan en su máximo posible respetar las medidas que logran minimizar un posible contagio y aquellos/as denominados “anti cuarentena”.
Es válido remarcar en relación a lo anteriormente descripto, que también nos posicionamos y optamos cual camino transitar. Es una cuestión de elección, por ende de política.
La contingencia determinó que la salud pase a estar sobre un escenario poco frecuente. De repente un virus que tuvo su epicentro en Wuhan (China) trae sobre la humanidad una nueva alarma, un nuevo peligro que puede provocar la muerte.En los primeros meses del presente año poco se sabía,no obstante el denominado “coronavirus” continúo su periplo internacional, dejando estupefactos a propios y ajenos, lo que parecía parte de un film de ciencia ficción comenzada a implementarse en nuestra vida cotidiana.
Lo desconocido nos invadió (nos invade). Empezamos a estar dentro de nuestras casas una gran cantidad de tiempo, a toser y estornudar sobre el pliegue del codo, a lavarnos las manos con frecuencia, a higienizar frecuentemente los espacios, a mantener una distancia de metro y medio (o dos) si es que íbamos al almacén o ferretería del barrio y demás medidas.
El desconcierto inquietó a la medicina misma, y a la comunidad científica en general. Algo inédito acecha, hasta ahora no hay antídoto específico para combatirlo. No existe un medicamento, no hay vacuna. Mientras tanto el cuidado tiene un doble sentido: cuidarse una y uno mismo para cuidar al otro.
Hay que decirlo,lo expuesto anteriormente es parte de la tan pronunciada incertidumbre. Por un transcurso prolongado de tiempo se naturalizó una forma de ejercicio práctico de la medicina, donde la “atención” es abordada siempre ante una enfermedad, la cual es diagnosticada y luego de manera inmediata (mecánica se podría decir) se propone un tratamiento.Generalmente un medicamento, una sustancia, un “Dios químico”es el objeto que vehiculizala tan anhelada “dirección de la cura”.
Desde antaño existe una confusión inscripta en el “inconsciente colectivo”, el creer que la medicina es una ciencia exacta. Está claro que no lo es, y por más que para alguno o alguna sea un tormento está bien que así sea.
Las intervenciones y teorías que coinciden con la biomedicina han mirado siempre de reojo a la salud mental, particularmente el psicoanálisis y otras prácticas que no encajan sobre los postulados del “modelo hegemónico” entraban en el “bolso” del descreimiento.Como ocurre con tantas otras peripecias del psiquismo, el COVID – 19 y sus desencadenantes afectan este aspecto intangible de la salud.
De manera ineludible el virus interrumpió las costumbres, una gran parte de la población no volvió a los puestos tradicionales de trabajo, quienes están en instancia educativa ya no concurren más a los establecimientos (se educan desde casa), no se puede despedir a un ser querido que muere, los cuerpos están distanciados y eso nos descoloca. Pareciera que el mundo es otro (y en parte lo es).
Hay quienes están más expuestos, los sectores más vulnerables son quienes tienen un nivel más riesgoso ante el virus SARS-CoV-2. La situación ha corrido el velo y demostró con todas las letras la injusta inequidad que padece nuestro país, se pone de manifiesto una de las frases célebres del Dr. Ramón Carrillo: “Frente a las enfermedades que genera la miseria… los microbios (un virus podríamos agregar), como causas de enfermedad, son unas pobres causas.”Esto también debe ser eje de discusión, es una deuda de la democracia.
Si bien el virus no discrimina, es más llevadero transitar una medida sanitaria de aislamiento siendo parte de un sector con ciertas accesibilidades (de vivienda, trabajo estable, conexión en torno a internet y demás) que estar bajo el castigo insalubre de la pobreza. Sobre esa condición los niveles de vulnerabilidad en torno a la salud mental se acrecientan notoriamente.
Existe un gran desafío, la situación lo determina. En la trinchera se encuentran hace más de 150 días trabajadores (de la salud, investigadoras e investigadores, maestras y maestros, docentes, artistas entre otros) desarrollando tareas ejemplares en cada uno de sus ámbitos, pero (y sin el ánimo de ser escéptico) es importante pensar que el germen de este desastre no desaparecerá.
El neoliberalismo como sistema depredador continuará, la vida mediada por un voraz consumo y exitismo meritocrático seguirán siendo una impronta cultural con peso social. Este moldeo triunfal de subjetividades no sucumbió,quienes miran su propio ombligo sin poder observar al otro seguirán de la misma manera demandando “libertades”, pensando que la vida es un estado “individual” de plena felicidad. Lo trágico son también este tipo de manifestaciones.
En resumidas palabras, el neoliberalismo es el padre fundador del desastre y a la vez sostén de este sujeto creado. Una ecuación casi perfecta, ahora bien: ¿Qué hacer ante tan oscuro y complejo panorama?
El actual documento de las Naciones Unidas – Argentina establece que es de vital importancia apostar en Estados fuertes, los mismos deben ser capaces de proteger a la población a través de políticas activas direccionadas a mitigar los efectos de la pandemia, tanto en términos sanitarios como también en cuanto a la protección del empleo y otras medidas de protección social. Por tal motivo, es esencial poder repensar las bases sobre las cuales entendemos a la salud y no obviar que su construcción es histórica, social y cultural. Los y las profesionales nos debemos una revisión crítica respecto a la formación, identidad y ética.El mercantilismo, no puede ser quien dirija en gran parte lo que es un derecho humano.
Para este sombrío horizonte no viene nada mal una guía, un faro para generar mayor claridad y así poder navegar con cierta tranquilidad. La ley Nacional de Salud Mental 26.657, es parte de un nuevo paradigma, uno de los aspectos relevantes es entender que las y los usuarios son sujetos plenos de derechos.Es decir, nos da la posibilidad (a quienes ejercemos labores en salud mental) de poder observar con otra nitidez a la hora de intervenir,entendiendo que las condiciones de posibilidad propuesta en cada uno de los artículos serán loables bajo una determinada estructura social, política y económica. Un modelo de Estado inclusivo es el gran eslabón que debemos abrazar y sostener para poder paliar este momento, este cambalache del siglo XXI.