El interés por el tiempo en la investigación social1

Una cuestión que siempre es problemática en el diseño de proyectos de investigación empírica, repetidamente en los cursos de metodología, en los talleres de tesis, en las consultas de tesistas y becarios es ¿cómo vincular el campo de observación – puede ser algo que ocurre en una institución escolar, en una situación de consumo de medios, en determinadas prácticas políticas, en el accionar de los movimientos sociales, etcétera- con aquello que lo excede, es más amplio, pero existen fundadas sospechas de que condiciona lo que sucede allí, la acción e interacción estudiadas. Detrás del interrogante, generalmente está presente un núcleo persistente de análisis de lo social compuesto por la díada acción- estructura, individuo-sociedad, holismo -individualismo, etcétera. Esto es: las preguntas vienen planteadas más o menos explícitamente, en ese marco analítico y mi respuesta siempre tiende a mostrar que la metodología no puede responder problemas teóricos sino sólo acompañarlos. Así, rápidamente, asumo y trato de compartir lo siguiente: no hay una estrategia metodológica que pueda satisfacer este tipo de preguntas sobre las relaciones entre la acción y la estructura de manera independiente del enfoque teórico que el investigador siga. Para imaginar estrategias metodológicas no es lo mismo seguir perspectivas fenomenológicas o teorías de la acción que teorías sistémicas o estructuralistas. En un caso, el foco de atención estará en uno de los polos y en el otro, en el opuesto. No me detendré aquí porque es parte del sentido común teórico actual. No obstante, hay algo que, más allá del énfasis que cada perspectiva ponga en una u otra esfera, hay algo que las teorías comparten: es la necesidad de nominar de alguna manera los nexos entre los factores o fenómenos en estudio que vinculan la acción con la estructura, lo social con lo individual, etc. Y, en este sentido, observo un insistente interés por comprender los procesos que vinculan la esfera de la acción, de lo individual, o de la interacción observable con el nivel estructural o sistémico o a la inversa. Están aumentando los problemas con perspectivas procesuales o, si se quiere, de corte histórico en la medida que recuperan el tiempo para poder enlazar la díada casi greimasiana de la estrcutra y la acción.

Ahora bien, para que este modo de abordaje no caiga en aquellos estudios que siempre entendimos como “meramente descriptivos” debemos asumir con Bécker que no sólo se trata de emplear las palabras correctas, proceso en vez de causa, o cómo en lugar de porqué, sino que se trata de “otra manera de trabajar” (Becker, 2009). Debemos ver lo social como eventos, pasos que pueden estar encadenados y hasta pueden organizar pautas, pero no necesariamente siguen una lógica de determinación causal. No es que sigamos un principio axiomático que nos impide aceptar o comprender causalidades o reversiones causales entre fenómenos. Al menos yo estoy dispuesta a aceptar ese nexo entre eventos, si recortamos explícitamente un circuito temporal. Simplemente observo que además puede interesar explorar y seguir otra forma de conocimiento que prioriza la comprensión y conceptualización de lógicas secuenciales diversas. Por ejemplo: hay una nueva reglamentación educativa e interesa observar el modo en el que su aplicación en la instituciones escolares transforma o va transformando, si ello ocurre y o de qué manera se evita que ocurra, aquello para lo que fue pensada la ley o se desea comprender el modo en el que se desarrollaron los acontecimientos de manera tal que un movimiento social A logró evitar que se instalara una planta contaminante de agroquímicos; también se puede querer comparar ese proceso con los avances y retrocesos del movimiento social B que no lo logró. Bien, los ejemplos pueden seguir pero todos comparten el interés por mostrar cómo ocurrió esto, luego aquello y cuál es hoy el estado de cosas, a veces, también con la intención de imaginar –desde el presente- cómo podría haber ocurrido para que fuera de otra manera.

Lo común en teorías vigentes

Bien, ahora partiendo de la idea que la metodología sin teoría dice poco o nada, esbozaré rápidamente una sospecha que tengo acerca de cuál podría ser el fundamento teórico que subyace a esta pregunta que se le hace a la metodología, acerca de cómo diseñar problemas de conocimiento de lo social COMO algo producido en el tiempo.

Hace tiempo que el pensamiento teórico sobre lo social sostiene de diferentes maneras, poniendo el acento en puntos alternativos, que los actores sociales generamos con nuestras prácticas el mundo social que habitamos pero ese mundo, en creación permanente, se va autonomizando y vuelve, también en flujo más o menos continuo, sobre los actores sociales quienes a su vez –muchas veces colaborando no intencionalmente- reproducen lo dado o producen –en el tiempo- un nuevo estado de cosas que nuevamente vuelve sobre ellos con cierta autonomía. Bien, la autonomía del mundo social de las manos de sus propios productores no es un punto de partida novedoso. Sencillamente podemos resumirla diciendo, por ejemplo, que nosotros creamos nuestras instituciones que luego nos limitan en nuestras prácticas. Y, sea cual fuere nuestro campo de estudio, cuando pretendemos estudiar procesos, generalmente nos interesa comprender cómo es que se produce este ida y vuelta en el recorte de la realidad que nos ocupa. Ahora bien, en principio, pareciera que estudiar los procesos por los cuales se produce, cambia, estabiliza o no se estabiliza determinado estado de cosas requiere de nexos que puedan indicar cierta reversibilidad entre los fenómenos. De acuerdo con esta mirada de lo social cualquier nexo entre factores que apueste una teoría entre lo individual o lo grupal con lo social o lo sistémico puede ser tratado, no quiero decir debiera, desde una perspectiva procesual.

Como la propuesta relacional parece estar bastante de moda tomaré el nexo de la relación – que parece bien estructural- para contar un ejemplo de la necesidad del tiempo aún cuando hablemos de relaciones. Hace poco participé de una investigación orientada metodológicamente por el paradigma relacional. Uno de los objetivos era conocer los tipos de intercambios que organizan relaciones más o menos duraderas entre vecinos, conocidos, parientes. Para ello se consultaba a los entrevistados acerca de: ¿a quién acudía en caso de necesitar algo?, ¿quiénes acudían a ellos en circunstancias similares? y cuestiones por el estilo. Es interesante comprender y conceptualizar las relaciones que aún sostienen la vida social en determinadas situaciones y contextos, en una sociedad altamente individualizada y/o fragmentada. Especialmente porque las relaciones irradian hacia lo social instituido como hacia los sujetos individualizados. Corcuff, P. (2013:134) Ahora bien, no podemos imaginar relaciones espontáneas, surgidas de la nada, ni inmutables o independientes de su evolución. Conocemos por otra teoría relacional –iniciada hace mucho tiempo por Gregory Bateson y continuada por autores como Erving Goffman, entre otros- que las relaciones son producidas y se puntúan en el tiempo -más o menos cambiante- de la interacción. En algunas dimensiones de la vida social el poder cristaliza con mayor permanencia las relaciones pero en un modelo productivo y no determinista de lo social, no son pocas las que pueden transformarse. Estudiar este proceso de transformación, aún en el caso del aparentemente estructural fenómeno de las relaciones, aunque desafiante, parece necesario.

Bien, supongamos que acordamos acerca de la necesaria consideración procesual de los problemas de conocimiento de lo social, cuál es la otra parte del dilema? Aquella que se opone y debilita nuestro entusiasmo cuando pretendemos incorporar el tiempo en nuestros estudios? Es la falta de confianza que nos embarga cuando queremos embarcarnos en una construcción realista de un tipo de conocimiento procesual de lo social.

Esto es así porque a la pregunta por el tiempo se nos presenta, como corresponde a la figura retórica del dilema – a la que aludimos en el título-, una respuesta que tornaría inviable cualquier intento en ese sentido.

En una antigua pero clásica y permanente discusión que Levi Strauss le plantea a Sartre, en los 60 del siglo pasado, el antropólogo sostiene con permanente actualidad la otra cara de este enigma. Como fácilmente se sospechará, para uno de los más ilustres representantes del estructuralismo, el valor epistemológico del tiempo es nulo o muy escaso para el conocimiento de lo social. Para dar cuenta de la impostura que para él significaba la alta valoración del tiempo en las explicaciones sociales, Levi-Strauss en uno de los pasajes más recordados y recuperados, dice.

“En cuanto uno se propone escribir la historia de la revolución francesa sabe (o debería saber) que no podrá ser simultáneamente y a igual título, la del jacobino y la del aristócrata. Por hipótesis, sus totalizaciones respectivas (cada una de las cuales es anti-simétrica de la otra) son igualmente verdaderas. Por tanto, hay que elegir entre dos partidos: o conservar principalmente una de ellas, o una tercera (porque hay una infinidad), y renunciar a buscar en la historia una totalización de conjunto de las totalizaciones parciales; o tiene que reconocer a todas una realidad igual: pero sólo para descubrir que la Revolución Francesa, tal como se la conoce, no ha existido.” (1964:374) Más allá de este relato, que hoy puede parecer anecdótico en la historia de la teoría social, aquello que es desafiante es la pregunta que se formula Levi Strauss, cuando fundamenta su posición. Dice: “porqué será que la diacronía dota a las explicaciones sociales de mayor vitalidad, riqueza y sentido humano?”. Entiende que la organización del tiempo nos guía en la lucha contra la contingencia. Así, la visión histórica de los hechos otorgaría un sentido totalizador que supera los eventos e impide la percepción del caos. En sus palabras, recurrimos al tiempo para “resistir a la incerteza y ambivalencia del ser”. Quizás, aquí se asienta la advertencia –posterior y en otro nivel de observación- de Bourdieu sobre “la ilusión biográfica” que destilan las historias y relatos de vida como diseños de investigación.

Estoy dispuesta a aceptar todas estas objeciones. Todos estos argumentos son atendibles pero al mismo tiempo hay una pregunta que desde estas perspectivas nunca pudo ser respondida: qué es aquello que en términos del propio Levi Strauss “acelera las fechas” o, desde una lectura actual de su trabajo, transforma la temperatura de una sociedad de fría a tibia y de tibia a caliente. En otras palabras, cómo es que imaginamos lo social actual sino es en medio de un cambio permanente o bien, quienes no lo ven así pueden imaginarlo quieto y repetidamente igual. Qué es aquello que cambia la consideración en cada caso: no será que unos ven el tiempo social elaborado y otros deciden ver los procesos en elaboración? Pese a la diferencia, en ambos casos la pregunta que interroga es la ausencia o la presencia del juego del tiempo. A la vez, es el tiempo el que nos permite imaginar una común historicidad y es en esta historicidad común que anclamos una subjetividad integrada. Es por ello, además, que podemos dar cuenta de la pluralidad de nuestros actores, agentes, agencias y subjetividades en estudio sin dejar de pensarnos constituidos por historias diferentes al mismo tiempo que habitamos una actualidad común?

Sin embargo, a pesar de todas estas intuiciones, en la teoría social actual aquello que el estructuralismo ya nos advertía con Levi Strauss en los sesenta, se profundizó con las críticas en las últimas décadas de parte del posestructuralismo y las posiciones posmodernas, especialmente aquellas referidas al tipo de causa implicado en las construcciones que dan cuenta de una sucesión de eventos. No puedo detenerme en este punto pero no me encuentro entre quienes piensan que las “ansiedades posmodernas” deben ser ignoradas. Tampoco adhiero a ellas “avant la lettre”. Simplemente, son nuevos llamados de atención sobre los límites que debemos reconocer cuando recurrimos al tiempo y trabajamos con él en la investigación social. Creo que ya no podemos pretender “reconstruir el pasado” pero, si seguimos una visión no lineal ni determinista de lo social, la pérdida de la inocencia debe llevarnos a agudizar nuestra imaginación metodológica para no abandonar el intento de estudiar lógicas temporales de producción y reproducción de lo social.

La salida del dilema: algunas respuestas metodológicas

Cómo considerar el tiempo en la investigación social es una pregunta que ha tenido varias respuestas que, a pesar de lo dicho, aun hoy son plausibles. Obviamente la disciplina que más se ha preocupado por la cuestión ha sido la historia. En este campo preocupa la pregunta: es posible una historia “realista”. Es decir, es posible construir un relato del tiempo de la acción de manera tal que guarde relación con “los hechos tal como ocurrieron”?.

Pienso que más allá o más acá de la disciplina histórica, en todas las ciencias sociales, el objetivo siempre es identificar procesos y mecanismos que nos permitan conceptualizar patrones, tipos, mecanismos de actualización, secuencias, relaciones. No, para “aprender de la historia” como se dice comúnmente, porque lo social siempre es abierto, es decir que siempre nos rige un principio de equifinalidad (o, en términos temporales: “el tiempo pasa”) y diferentes secuencias pueden conducir a lo mismo. O iguales, a estabilizaciones diferentes. Pero, para que la novedad no se vea como repetición siempre es mejor comprender sus diferencias. Entre la novedad (la diferencia) y la repetición se encuentran las disonancias y contradicciones que nos mantienen advertidos en nuestras búsquedas; allí está lo social “en vivo” que tanto inquietaba a Levi Strauss.

Si aceptamos lo dicho, qué aportes nos ayudan a dotar de cierto grado de realismo al relato de una concatenación de eventos huyendo de la disfonía o mudez del relativismo cuando demandamos conocimiento?

Hemos tenido diversas respuestas y pienso que todas son conocidas por investigadores y estudiantes más o menos avanzados. Pero las tres que he seleccionado, según creo, resisten ciertas objeciones fundadas del posestructuralismo cuando incorporamos el tiempo en nuestros estudios. Rescato, entonces, estrategias que, ya fueron propuestas por metodólogos y otros creadores interesados en el relato realista, pero también son recuperadas por Paul Ricoeur cuando defiende el género narrativo en la disciplina histórica y por Hayden White2.

Comenzaré con la más conocida, a veces denominada “El efecto Rashomon”, en homenaje a una película de Akiro Kurosawa que sigue la estructura de historias posibles, es la de los Relatos cruzados y los relatos paralelos. En estos casos, siguiendo “la perspectiva del actor”, participantes activos de un proceso dan cuenta de sus propios relatos de aquello transcurrido. El informe adopta la forma de “varias historias” del mismo proceso. El investigador, según su posición sobre la relación que mantiene con registros e informantes, puede exponer simplemente los relatos –como visiones paralelas de la misma “historia”- o avanzar en la interpretación de puntos en común y disidencias. (White, H. 2010:165)

La segunda estrategia, seguida frecuentemente por documentalistas, consiste en relatar lo ocurrido siguiendo la forma de las películas que cuentan cómo se hizo una película (White, H. 2011: 481 y sigtes.). Este documentalismo se denomina a veces “reflexivo” (Ardevol.1992 ), a veces “evocativo” (Crawford en Ardevol. 1992). Así, como en este tipo de documentales, el informe de investigación cuenta el proceso de producción de la investigación como parte de la investigación. El investigador vuelve sobre dos cuestiones: expone sus interrogaciones, dudas y referencias sobre los registros, documentos y relatos de sus informantes y, al mismo tiempo, devela las formas retóricas que sigue para mediar entre ellos, su experiencia y su público.

Y, finalmente, la propuesta de los tropos, tal como la formula Hayden White, orientada tanto a analizar como a escribir historias. Para este autor, la cuestión central reside en el paso de la crónica, esto es: los eventos ocurridos, al relato.3 En este punto, no podemos eludir determinadas formas poéticas –tropos- que configuran el relato. Por ello, la estrategia que sugiere es entramar la crónica de los eventos siguiendo la forma que siguió el proceso. Quien intenta dar cuenta de hechos reales del pasado, a diferencia del literato, está obligado a trabajar con documentos y referencias fácticas; sin embargo, para White, en el momento de entramar la cronología, igual que el literato, está sujeto a reglas poéticas. Sostiene que la narración como forma cognitiva que nos permite configurar el pasado, no puede eludir la utilización de los tropos poéticos. Estas figuras, los tropos, son formas pre- lógicas que unen parte con parte o partes con el todo, evento con evento o factores entre sí; son imágenes que evocan en su configuración un entramado particular entre los eventos (los tropos, en realidad, son “otro modo” de denominar los nexos de cuya necesidad hablé al principio). El autor identifica la metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la ironía los cuales conducen a tipos genéricos del relato como el romance, la comedia, la tragedia o la sátira, cada una con implicaciones ideológicas determinadas (2011: 491).Entonces: cómo debe construirse un relato realista que pretenda evocar el tiempo en la investigación social?: los eventos deben ser entramados, es decir la cronología traducida a relato, siguiendo la forma (es decir la trama) que tomó la secuencia o el proceso que interesa y de esa manera “debe considerarse literalmente verdadera” (2011:482).

Cierro entonces diciendo que en las ciencias sociales, como dice Passerón, generalmente sólo se producen desplazamientos o entrecruzamientos antes que renovaciones totales de los paradigmas –o, si se quiere- de los programas de investigación en uso. Hoy, desde el punto de vista metodológico, si nos interesan los procesos, el tiempo aparece como un desafío que debemos enfrentar. Quizás podríamos partir aceptando que, en medio de los debates epistemológicos actuales, ninguna apuesta metodológica será tan buena y segura como quisiéramos. Entonces, desde mi mirada del conocimiento, posiblemente, una vez más, en medio de la niebla andar con luz baja es la mejor estrategia.

Referencias

  • Becker, Howard (2009). Trucos del Oficio. Buenos Aires: Siglo XXI Corcuff, P. (2013) Las nuevas socioklogías. S. XXI. Bs. As.
  • Ricoeur, P (1999) Historia y narratividad. Paidós. Barcelona.
  • White, Hayden (2010) Ficción histórica, historia fficcional y realidad hitórica. Prometeo. Bs. As.
  • White, Hayden (2011) La ficción de la narrativa. Ensayos sobre historia, literatura y teoría. Eterna Cadencia. Bs. As.

1 Conferencista invitada.Encuentro sobre problemas metodológicos de los estudios sociales. Universidad Nacional de San Luis. Junio 2016.

2 Hayden White, es un autor que se define a sí mismo como textualista y posmoderno, pero acepta que el proceso histórico ocurre –nosotros también podemos decir la realidad social- aún cuando no podamos dar cuenta con clara convicción de cómo fue sucediendo y lo que ello significa. En otras palabras, si queremos rotular: Hayden White es un autor posmoderno realista.

3 En Ricoeur (1999) la crónica y la trama son referidas como la historia episódica y la figurativa, respectivamente.