Participé de la última marcha “Ni una menos” en Buenos Aires1. Volví a experimentar una incómoda situación que ya me había ocurrido en la marcha anterior, pero aquella vez en Río Cuarto: el uso político partidario del problema de la violencia contra la mujer. Quiero resaltar claramente que no digo uso político sino uso político partidario. Porque la marcha en sí es un instrumento de uso político. En una amplia definición de la política toda acción es política y si marchamos es porque lo hacemos en contra de un estado de cosas que queremos cambiar.

Queremos que dejen de matarnos por ser mujeres. Nos matan por ser mujeres cuando nos matan porque somos esposas, amantes o novias; es decir que nuestra “condición femenina” se constituye en la relación que tenemos con nuestros asesinos. Y esa condición es independiente de ser peronista, radical, de cambiemos o socialista. No tenemos estadística de la distribución partidaria de las víctimas, ni de los criminales, pero si las tuviéramos tampoco importaría porque esas muertes no tienen el color de los partidos políticos sino el de una lucha que exhibe lo político en otra arena: la de la cuestión de género.

Los enemigos son distintos en cada caso. Si, como se dice ahora, toda política marca un adversario o un enemigo, en la acción política de las mujeres cuando marchamos contra los asesinatos de las personas de nuestro género el enemigo no es ningún partido político sino que somos todos y todas quienes dejamos de hacer algo que podríamos haber hecho para evitarlo. Los asesinos de las mujeres no las matan por el partido al que pertenecen sino por ser mujeres. Tampoco la inmensa mayoría de las mujeres que marchan están como peronistas, radicales, socialistas o de cambiemos, están como mujeres.

Si es tan simple y muy clara la diferencia: porqué entonces algunos representantes de partidos políticos insisten en las marchas en cambiar el enemigo?. No quedan más que dos respuestas: porque no entienden nada u otra, que es peor aún: porque parten de la premisa de que las mujeres que estamos allí no entendemos nada. Cuando los partidos irrumpen con sus cánticos partidarios en el escenario de las marchas, y especialmente cuando lo hacen en contra de otros partidos no a favor de sus posibles logros en el tema, insultan la condición por la cual nos matan. En particular lo hacen aquellas mujeres que colocan su partido político por encima de su condición de género, cuando de defender a las mujeres se trata. Apoyaríamos a un golpeador peronista cuando su víctima mujer es radical?. Defenderíamos a un asesino por ser radical o de cambiemos si la mujer que mató es peronista?. Por favor!. En las marchas “Ni una menos” somos mujeres poniendo en evidencia que nos matan por ser mujeres.

Los partidos políticos son parte sustancial de la política institucionalizada e indudablemente, en ese sentido, tienen mayor poder operativo para la transformación que las marchas y las manifestaciones públicas que podemos hacer las mujeres en tanto colectivo ciudadano. Las mujeres que actúan en partidos políticos pueden trabajar dentro de sus partidos para lograr leyes y condiciones que mejoren la situación de la mujer. Hay cuestiones ya legitimados a las que nadie se podría oponer, al menos públicamente, en las cuales no obstante es necesario trabajar mucho en la gestión, instrumentación e incluso en aspectos legales desde los partidos políticos como son la eliminación de la trata, la igualdad de salarios, la multiplicación de refugios, el cumplimiento cierto de las penas a los agresores y asesinos de mujeres, entre otras. Son demandas aceptadas que necesitan avances más claros y cuyo logro definitivo podría ser exhibido orgullosamente en las marchas Ni una menos por las mujeres que representan a los partidos, porque nos unen como mujeres.

Pero hay temas en los cuales el papel de quienes hacen política partidaria activamente es más decisivo por la necesaria definición ideológica que debieran asumir y que a nosotras pueden dividirnos en tiempos en que los asesinatos diarios nos necesitan unidas. Un tema emblemático para mostrar la productividad creativa de quienes privilegian arriesgar ideas cuando trabajan desde los partidos políticos, antes que intentar copar las marchas, es la legalización del aborto. Los partidos políticos podrían constituirse en promotores de los debates que la sociedad en su conjunto posterga. Es entonces cuando es muy probable que algunos partidos prefieran no tomar posición oficial porque seguramente deben contener diferencias sobre el particular y no necesitan divisiones. Nosotras, en las marchas “Ni una menos” también tenemos una urgencia práctica y no es que nos voten: debemos llamar la atención sobre los asesinatos de mujeres y para ello necesitamos ese espacio en el que sería pertinente suspender todas nuestras diferencias. Ser mujer es una muestra irrevocable de la pluralidad humana y las mujeres nacemos asumiendo nuestra otredad en un mundo definido masculino. Ese carácter “otro” que nos marca y repetidamente sufrimos debiera obligarnos a respetar y exigir que se respete la pluralidad en los demás órdenes de la vida social.

Mabel Grillo
* Publicado en diario Puntal de Río Cuarto, 29 de octubre de 2016. Pg.2

1 Me refiero a la marcha realizada en octubre de 2016, en la avenida9 de julio. Llovía bastante y la cantidad de paraguas le daban a la marcha un tono emocional, singular e impactante. Recuerdo que me preguntaba si esa sensación respondería a los paraguas que veíamos en las fotos del 25 de mayo que los destruidores de mitos dicen que no existieron. También recuerdo que una vez finalizada la marcha fui con mi pareja a un bar cercano. Cuando salíamos del lugar, al abrir la puerta vimos que tenía un cartel que no habíamos percibido al entrar, en el apuro por guarecernos del la lluvia. Decía: Ni una más. Hoy, cuando subo este texto al blog, a casi tres años del incidente, me pregunto si todavía lo exhibe. Si así fuera, nos faltan muchas marchas y algo más.