1.  Introducción: el olvido de las relaciones interpersonales en los estudios de la interacción mediática1

Las reflexiones teóricas sobre el papel de los medios en la sociedad y la mayoría de los estudios empíricos que tratan de comprender la influencia que ellos ejercen sobre sus públicos han prestado escasa atención a los otros tipos de interacción que los actores sociales llevan adelante con su entorno. Especialmente han ignorado las relaciones interpersonales y el poder que las atraviesa en los escenarios cotidianos. Cuando John Thompson (1998), uno de los autores más recuperados en los últimos tiempos para diferenciar la interacción mediática de la interpersonal, cuestiona la posición de Habermas sobre el papel de los medios en la refeudalización de la esfera pública propone estudiar el problema a partir del cambio de coordenadas espacio-temporales que producen los medios. Sostiene que para entender los cambios originados por ellos debemos partir de la diferenciación entre la visibilidad de la co-presencia, del aquí y ahora, frente a la mediática que es desespacializada y destemporalizada. Sin discutir la posición de Thompson sobre las diferencias que asumen ambos tipos de interacciones con el entorno resaltamos que hay dos cuestiones que no debiéramos soslayar en nuestros estudios de comunicación. Primero, en ambos tipos de interacciones el poder en juego define las relaciones implicadas y, además, desde el punto de vista de los actores sociales ellas se experimentan de manera integrada e intrincada.

John B. Thompson también le cuestiona a Habermas su visión de la esfera pública burguesa en la medida que se apoya en una concepción parcial del pasado. Sostiene que en la pintura habermasiana están ausentes los movimientos sociales emancipatorios de la época y se oculta la discriminación por sexo que alejaba a las mujeres de ese escenario. En realidad, desde siempre el poder discriminatorio y excluyente que prima en la esfera privada sobrepasa largamente la cuestión de las mujeres y se observa con claridad en las relaciones interpersonales –en “los encuentros intersubjetivos” y en “la co-presencia”- que son propias de esa esfera. Podríamos decir entonces que pese a las objeciones que le realiza, Thompson acompaña a Habermas en el liderazgo de aquellos autores que apoyan su argumentación acerca del efecto administrativo que ejercen los medios sobre lo social a partir de las diferencias entre la comunicación interpersonal y la mediática. Se desprende de esta visión un individuo alienado por los medios de las condiciones de mayor reconocimiento y libertad que le ofrece el mundo privado de la familia o semipúblico de las instituciones y organizaciones en las que prima la co-presencia y el aquí y ahora. En última instancia, siempre que se habla del poder de los medios desde esta posición hay una asunción de autenticidad corroída por parte de los medios o bien del individuo o bien del entramado interpersonal en el que interactúa cotidianamente

En este trabajo tratamos de asumir otro ángulo de observación. Sin abdicar de la necesidad continua de develar el poder social que ejercen los medios, nos proponemos avanzar en la comprensión del papel de las relaciones interpersonales asociadas a los medios, en el marco general de las interacciones que los actores sociales llevan adelante con su entorno. Abordamos el problema desde una concepción del individuo como actor histórico, situado en redes y categorías sociales que le ofrecen marcos de identificación múltiples en cuyas estructuras se produce la interacción mediática.

Las ideas principales que proponemos en este trabajo constituyen líneas interpretativas surgidas de los resultados más importantes de sucesivas investigaciones empíricas referidas a medios locales y sus públicos. 2

2. La investigación en comunicación en los polos

Tanto los estudios que dan cuenta del poder ideológico de los medios como los de recepción tienen los alcances y límites de hablarnos de lo que ocurre en el proceso de emisión o de recepción y generalmente así lo admiten. A nuestro entender, el problema inevitablemente surge cuando de sus resultados se habilitan o derivan explicaciones sobre prácticas sociales colectivas o individuales. Y ello ocurre porque las cajas negras que esconden esos análisis: “los medios dominantes” o “los receptores activos” se encargan de completar el circuito interpretativo de sus resultados. Esas cajas negras actúan por si mismas, incluso sin necesidad de ser sugeridas; son etiquetas simplificadoras de procesos sociales complejos que al ser invisibilizados se suponen carentes de importancia. Los analistas de discurso han insistido suficientemente mostrando que aquello que discursivamente se invisibiliza carece de importancia y ello ocurre tanto en la vida social corriente como en las teorías sociales.

Para justificar ese modelo de interés metonímico y disociativo de las investigaciones del campo, bien podríamos aceptar como punto de partida que desde los estudios de comunicación no hemos hecho más que compartir con las demás ciencias sociales una carencia de interés por las formas vivas de lo social. Precisamente aquellas que disuelven dicotomías como lo individual y lo social o la naturaleza y la cultura (Latour, 2008; Lahire, 2005, 2006a, 2006b), ambas en los estudios de la interacción mediática atravesando el tratamiento que damos a la relación entre los medios y sus públicos.

En nuestras interacciones interpersonales –con amigos, familiares, colegas de trabajo, compañeros de agrupaciones políticas, de asociaciones, clubes y cuanto colectivo y redes integremos, tanto cara a cara como virtuales3, nos relacionamos con actores sociales significativos para la construcción y definición de nuestras identidades personales y grupales. En todos estos escenarios se producen mediaciones sumamente activas de cualquier instancia que consideremos de lo social. No necesitamos demorarnos demasiado en la exploración de esos espacios para observar que entre los actores que los ocupan existen intercambios de significados acerca de aquello que es, es posible y es bueno en medio de procesos de influencias, imitación, conformidad y rechazo, reconocimiento y alienación, poder y subordinación. Son situaciones y escenarios en los cuales al decir de Goffman “está la acción”, en la medida que requieren de los interactuantes dominio de rituales ceremoniales apropiados para dar cuenta de sí en relación a los otros y otorgar “mérito y sustancia” a la propia interacción (1971, p. 134). Allí se exhiben los acuerdos que unen y las disidencias y rupturas que distinguen y desplazan, en medio del ejercicio del poder y el empleo de estrategias de resistencia. Como dice Bourdieu (2000), al igual que en el terreno de la política en general en nuestras políticas domésticas se acuerda con unos para disentir con otros o se disiente con éstos para acordar con aquellos. Sostenemos que los medios integran nuestras trayectorias comunicativas con estas relaciones interpersonales. El uso y consumo que hacemos de ellos mantienen clivajes cruciales con nuestras identificaciones cotidianas, producidas en el marco de las situaciones interpersonales que animan imaginativa y concretamente los escenarios del entorno diario.

3. Las relaciones interpersonales y los medios

Una obra señera sobre la influencia en las relaciones interpersonales y su intervención en el papel de los medios en la vida social, sin duda ha sido La influencia personal. El individuo en el proceso de comunicación de masas de Eliu Katz y Paul Lazarsfeld (1979). Está apoyada en una vasta investigación de campo realizada luego de la segunda guerra mundial, en varios períodos y con objetivos complementarios. Ya en esa época los autores señalan la ausencia de investigaciones que estudien de manera combinada los grupos a los que pertenecen los individuos y el papel de los medios, por entonces la prensa gráfica y la radio, en la conformación de opiniones, creencias y actitudes. Se preguntan : “Por qué el factor de las relaciones interpersonales, que se nos presenta con toda su importancia, ha sido ignorado sistemáticamente?”. En los años que han transcurrido desde que Lazarsfeld hiciera estas observaciones, de las cuales derivó por ejemplo, el reconocimiento de la importancia de los líderes interpersonales de opinión en la influencia de los medios, ocurrieron notables transformaciones en las relaciones entre éstos y sus públicos. Una, imposible de sustraer al análisis, es la ubicuidad alcanzada por los medios de comunicación en la vida social actual y la familiaridad con la cual los actores sociales interactúan con ellos en sus vidas diarias. Otra, y asociada a la anterior, es el desarrollo tecnológico orientado especialmente al aumento de la interactividad y a la creciente convergencia de la oferta. Estos factores han contribuido a la concreción de un entorno social altamente mediatizado que nos obliga a observar los procesos comunicativos como complejos y recursivos. A pesar de ello: de la necesidad de pensar las relaciones entre los públicos y los medios de manera compleja y, en ocasiones, hasta inversa a como la configuraban estos autores pensamos que su proposición principal, referida a la importancia que tienen para los individuos las relaciones interpersonales y la necesidad de estudiarlas de manera conjunta con las interacciones que mantienen con los medios, continúa teniendo sustento empírico y valor explicativo. El desafío que nos plantea esta asunción es identificar aquello que, casi tres cuartas partes de siglo después, nos permite sostenerla.

Cuando Katz y Lazarsfeld se preguntan por la ausencia de interés del papel de las relaciones interpersonales en las relaciones que los públicos mantienen con los medios encuentran que ello se debe a la concepción entonces vigente de la sociedad como sociedad de masas y la definición que de ella se desprende del individuo “como personas sujetas a controles remotos de instituciones de las que él y miríadas de compañeros suyos desorganizados se sienten excluidos” (1979, p.43). 4

Si bien las concepciones actuales del público han superado la antigua idea de masa en relación con los medios y los consumos culturales en general, no obstante, la sociedad contemporánea es concebida repetidamente como sociedad de los individuos o en proceso de individualización creciente. Esto nos lleva a pensar que si la objeción de Katz y Lazarsfeld tenía sentido a mediados del siglo pasado parece perderlo en la actualidad cuando la individualización se acepta como transformación histórica general en las sociedades occidentales. No obstante, creemos que el mantenimiento del interés de la propuesta de estos autores reside justamente en que la teoría social actual no contrapone el individuo a la sociedad sino que lo asume como actor producido socialmente. En otras palabras, podemos compatibilizar una idea del público de los medios articulado por relaciones interpersonales aún cuando aceptemos la intensificación de la individualización. Ello ocurre porque hoy concebimos al individuo como un actor producido socialmente en los sucesivos y acumulativos procesos de interacción que lo van definiendo.

4. La individualización en las tramas de lo social

 Para comprender mejor nuestra sociedad individualizada seguimos una línea argumentativa que privilegia la desnaturalización del individuo y trata de mostrar las diferentes características que asume como construcción histórica desde la modernidad. Un autor que destaca el carácter histórico y localizado del individuo es Norbert Elías quien en 1939 escribe su obra La sociedad de los individuos. Elías nos convoca a seguir indagando “cómo y porqué la estructura del tejido humano y la estructura del individuo se modifican al mismo tiempo de la misma manera, cómo en la transición de la sociedad guerrera para la sociedad cortesana, o de ésta para la sociedad burguesa, los deseos de los individuos, su estructura instintiva y de pensamientos, y hasta el tipo de individualidades también se modifican”.

 Al describir al individuo en su medio social encuentra que las imágenes más adecuadas de las formas que él integra son las redes y las tramas. Las redes, “como hilos”, aclara, cuya figura junto a la del entramado, nunca puede ser espacial sino como algo en constante movimiento “como un tejer y destejer ininterrumpido de ligazones” (1994, p.35). Así, en pocas palabras, Elías describe el carácter ineludiblemente social del individuo y la variada necesidad que tiene de asociación para realizarse como va siendo en épocas y lugares diversos.

Beck y Beck-Gernsheim asumen que la vieja cuestión de la sociología referida a las tensiones entre lo social y lo individual responde a un desarrollo histórico de la propia sociedad. Para estos autores la individualización significa el debilitamiento de los sentidos tradicionales de categorías tales como clase, género y vecindario, de la estructura de organización que ellas implican y de los modelos de roles que sustentan. No obstante, estos autores se encargan de remarcar que en la sociedad occidental contemporánea los individuos no están en un espacio vacío de fuerzas: se enfrentan a nuevas demandas, controles y restricciones. Estas constricciones constituyen un espacio de regulaciones en el cual están estimulados a la acción y la competencia, en un mercado de productores y consumidores con “múltiples requerimientos operacionales” (1999, p. 156-168).

Desde una perspectiva distinta, en la medida que privilegia como punto de partida los procesos socializadores, Bernard Lahire sostiene que la sociología debe aceptar el desafío de sacar a la luz “la producción social del individuo”. Para ello, propone estudiar “lo social en escala individual” porque “responde a una necesidad histórica de pensar lo social en una sociedad fuertemente individualizante”, en un momento en el cual el hombre defenderá su “autenticidad radical”. Se debe mostrar que lo social no se reduce a lo colectivo o a lo general “sino que actúa en los pliegues más singulares de cada individuo” (2005, p.174). Como muestra de este interés y convicción, Lahire estudia “la manera en la cual la escuela contribuye a formar al alumno autónomo” (…) “captando la autonomía como una forma de dependencia histórica específica y a la escuela como el lugar donde se opera el aprendizaje progresivo de esta nueva relación con el poder y el saber” (2005, p.167). 5

Sería justo decir, aunque sea sintéticamente para no desviarnos de nuestro objetivo, que estos deseos de autenticidad y autonomía también son herederos de aquella creación de la modernidad que es el ciudadano. Con una de sus caras apoyada en el individuo y la otra en el bien común, la condición ciudadana fue la génesis de todas las luchas por la igualdad en la diferencia. Es en este sentido que la Declaración de los Derechos del Hombre se constituyó en un estatuto que busca disolver las jerarquías de la tradición e igualar jurídicamente a los individuos por su valor intrínseco. Para Luis Dumont el individuo como valor es la otra y necesaria cara del universalismo humano y por ello se encuentra en permanente tensión con las fuerzas holistas que tienden a su identificación colectiva, en diferentes momentos y lugares de su evolución histórica. Contraponiendo a la India con sociedades europeas occidentales de diferentes épocas, el autor nos muestra el “englobamiento” histórico del individuo por fuerzas holistas como la casta, la clase, la raza y la nación, a los cuales nosotros hoy le podemos agregar el mercado (1985).

En síntesis, para entender ampliamente el significado de las transformaciones históricas del individuo debemos aceptar que ellas no son “particularmente” socioculturales sino que integran un complejo sistema de factores políticos y económicos concernientes a aquello que Elías denomina “el tejido humano”. En ese entramado, el individuo adopta sentidos especiales en cada período y más intensamente y de manera diferente en unos lugares que en otros. Podríamos entonces aceptar que las luchas actuales por la igualdad y el reconocimiento son herederas de aquella historia del individuo como actor político, pero también es verdad que esas y todas sus búsquedas lo encuentran hoy, además, en el mercado con las máscaras de productor y de consumidor y, como señalan Beck y Beck-Gernsheim, sometido a todos los requerimientos operativos que ellas demandan. Desde un punto de vista normativo se podrá decir que es el “precio” que paga por “sus logros”.

En términos de los objetivos que nos hemos propuesto en este trabajo recuperamos las ideas expuestas para comprender de manera más acabada las relaciones entre el individuo como integrante del público de medios y como partícipe de grupos, redes y diversos contextos de interacción interpersonal en los cuales lleva adelante su vida cotidiana. Asumimos que explorando la variedad de puntos de encuentro, de articulaciones temporarias, entre el poder desplegado en el amplio mundo de lo social y los pliegues que el individuo construye en sus identificaciones (Hall, 1996)6, en el transcurso de sus trayectorias comunicativas cotidianas, podremos explicar mejor las implicaciones del consumo de medio en la mediatización de lo social.

5. Las relaciones con los otros, los procesos de identificación y la mediatización de lo social

 En un trabajo anterior, siguiendo la propuesta de Verón (1997), vinculamos la mediatización de los campos de lo social con la constitución de identidades (Grillo, 2010). Nos parece apropiado recurrir a los procesos de identificación como llave de ingreso al estudio de la mediatización de lo social en una sociedad diferenciada (Elías, 1991) o altamente individualizada (Beck y Beck-Gernsheim, 1999), en la medida que nos permite captar los diversos fenómenos de diferenciación social, desde aquellos más generales y más abstractos hasta los más específicos y concretos. Allí donde hay diferenciaciones hay agrupamientos que orientan a los individuos a poner en juego identificaciones que permiten articular las escalas y contextos más distantes a los más cercanos e íntimos (Deux y Martin, 2003). En este sentido, tanto las interacciones mediáticas como las interpersonales ofrecen instancias de identificación en la vida de todos los días.

Lahire propone estudiar las prácticas de consumo cultural modificando el nivel de análisis, llevando la cultura a escala individual y concibiendo al individuo como portador de una pluralidad de disposiciones que se activan en contextos variados de actualización. Considera que la sociología necesita trabajar más cerca de los hallazgos de la psicología para “recolocar estos individuos excesivamente abstractos en una red concreta y determinante de sus relaciones de interdependencia”, con el objetivo de “obtener una imagen un poco más verdadera de lo que son los consumos y las actividades culturales” (2006ª, p. 27).

En un sentido similar y más específicamente vinculado con nuestros intereses, Billig dice:

No (se) debería suponer que los elementos psicológicos de la ideología se constituyen dentro de unas estructuras psíquicas interiores no observables, que están encerradas para siempre dentro de la mente de las personas. Bastante a la inversa: la vida interior está constituida por la actividad exterior de la comunicación (1998, p. 348).

En las investigaciones sobre consumos culturales, recepción de medios, opiniones y actitudes del público o del gusto y sus variaciones observamos el uso de categorías clasificatorias por parte del investigador para organizar sus análisis, construir sus casos y grupos de comparación a partir de las cuales impone cierto orden al material. Por ejemplo, es común clasificar a la población según la edad, el sexo y el lugar de residencia y también por tipo de vivienda, ocupación y nivel educativo como un modo de indicar ubicación o posición en la estructura social. En la vida corriente, estas categorías también “trabajan” como representaciones que orientan las identificaciones en juego en nuestras interacciones sociales. Pero los modos en los cuales ellas se actualizan en prácticas y significaciones son complejos y dependen de contextos y situaciones según el poder relativo de los interactuantes.

Ello ocurre en asociaciones y colectivos, grupos sustantivos, cuyos miembros interactúan cotidianamente y ofrecen escenarios de identificación y diferenciación a los individuos. Estos grupos presentan variados grados de organización e institucionalización y en su seno las categorías pueden transformar o reproducir los sentidos que evocan en un nivel de lo social más amplio. Nos parece necesario aclarar los clivajes y diferencias entre estas formas de diferenciación y agrupamiento social en la medida que muchas veces las categorías construidas por el investigador para identificar relaciones como posición social, edad o sexo tienden a analizarse como si fueran asociaciones sustantivas y cuando ello ocurre, cuando se confunden con las clasificaciones que interpelan sustantivamente a los actores sociales, pierden su valor heurístico.

Cuando Bourdieu propone estudiar estilos de vida y trayectorias de clase sin abandonar la clásica categoría de clase nos advierte sobre este problema. Insta a no realizar lecturas “realistas” y “confundir las clases con grupos reales”, aunque manifiesta comprender la confusión porque “las afinidades de habitus vividas como simpatía o antipatías están en el principio de todas las formas de aceptación, amistades, amores, casamientos, asociaciones, etcétera; de todas las uniones durables y a veces jurídicamente sancionadas”. Además, porque las personas que comparten posiciones semejantes en el espacio social “tienen todas las posibilidades” de compartir posiciones semejantes y producir prácticas semejantes, debido a las condiciones y los condicionamientos compartidos (2007, p. 97-8). En este punto quisiéramos plantear un necesario recaudo teórico metodológico que se torna altamente significativo para sostener nuestra perspectiva de análisis: “tener todas las posibilidades” significa una relación posible, no determinante ni independiente de la situación de interacción. Pensamos que podremos encontrar mejores explicaciones de los consumos culturales en general y del papel de los medios en la vida social vinculando generalizaciones como la propuesta por Bourdieu, acerca de las afinidades intraclases actuando como líneas de fuerzas en espacios geométricos, con las excepciones y variaciones que se asientan en contextos particulares de actuación del poder clasificatorio. Los estudios de consumo de medios muestran asociaciones intra categorías e inter-categoriales entre clase, género, edad y otras clasificaciones que identifican y son fuente de identificación de los actores sociales. Pero también muestran excepciones, fracturas y trayectos dispares. Al estudiar la dimensión identificatoria que moviliza el consumo de medios observamos que es difícil separar esta práctica de relaciones sociales -como las de parentesco, de amistad, de afinidades políticas, etcétera- mantenidas en espacios localizados en los cuales los individuos llevan adelante relaciones interpersonales de orden, jerarquía y grado diversos de intimidad (Grillo, 1998, 2000, 2007) 7. En estos ámbitos de interacción aquellas categorías clasificatorias pueden disolverse, intensificarse o transformarse. En otras palabras, podríamos decir que en los escenarios donde transcurren las relaciones interpersonales las interpelaciones identitarias son de otro orden. Son estructuras de relaciones e interdependencias mutuas, localizadas y jerarquizadas sobre poderes establecidos, situadas y construidas históricamente, más o menos institucionalizadas y vinculadas de maneras variadas con las categorías clasificatorias de lo social.

La concepción dual de la construcción identitaria propuesta por Paul Ricoeur nos permite comprender mejor el problema que nos ocupa en la medida que adjudica a la identidad dos dimensiones. Aclara el sentido que estamos tratando de darle al proceso del que venimos hablando, percibido autogenerador a nivel individual y sin embargo anclado en el poder social diferenciador. Ricoeur (1996) distingue entre la mismidad y la ipseidad como dos polos entre los que transitan las identificaciones. La mismidad alude a qué soy, es la parte objetiva –simplificando: reglada socialmente- de la identidad. Por su parte, la ipseidad recorta las respuestas que nos damos a la pregunta “quién soy”, es irreductible al qué y está vinculada específicamente a procesos vitales dinámicos experimentados de manera singular. Por ejemplo, a procesos de diferenciación y oposición con los otros pero también de adhesión hacia y de imitación de ellos. El primer aspecto, el de la mismidad, remite primordialmente a las categorías sociales, esas clasificaciones y sus rangos por lo cuales la sociedad –“todos nosotros”- identifica a sus miembros (edad-sexo-género, etnia, clase). La ipseidad, en tanto, es asociable a nuestros modos de interactuar, agruparnos y relacionarnos cotidianamente con los otros. Se constituye y exhibe en “campos de batallas” de las emergencias identitarias, donde se ponen a prueba las prácticas que Foucault denomina “de cuidado y conservación de sí” 8 y Goffman (1971), como ya dijimos, considera que es allí “donde está la acción”, en la medida que son zonas de riesgo del carácter. En síntesis, son situaciones y escenarios en los cuales en la interacción con los otros se pone en juego la propia representación del self. Aquello que siendo irreductible a las categorías de adscripción social y sin embargo en articulación con ellas expresa nuestro modo de ponerlas en prácticas, negarlas, ocultarlas, expresarlas, exhibirlas, etcétera. Son los espacios de las tácticas y estrategias de las subjetivaciones identitarias de los individuos dando vida a lo social que, a su vez, las instituye.

6. Conclusiones preliminares

 Asumimos que el individuo es producido socialmente y hoy lo es como un actor singular y autónomo, según aparece en las prácticas dominantes de la escuela, los medios, la justicia y cuanto ámbito de lo social observemos. Es por ello que, en algunas circunstancias, una diversidad de configuraciones de relaciones de interdependencia puede producir sentimientos de singularidad y de autonomía aún en situaciones de condicionamiento y subordinación.

Para estudiar cómo se posiciona frente a los más diversos problemas que lo interpelan no basta con observar sus interacciones con el entorno constituido por los medios de comunicación, las instituciones y todos los dispositivos del poder clasificatorio que instituye lo social. Pensamos que en ese marco el estudio del papel de los medios en los posicionamientos de los actores sociales pierde potencial explicativo si desconoce sus articulaciones con las relaciones interpersonales y el poder de interpelación/sujeción que en ellas también se juega. Estas secuencias demandan un alto nivel de definiciones identitarias que no pueden evadirse en la vida cotidiana y, por lo tanto, debieran ser recuperadas cuando estudiamos sentidos y prácticas que asumen los actores sociales y las relacionamos con el uso y consumo de los medios. Especialmente, porque del resultado de nuestras interpretaciones surgen o se sugieren explicaciones de otras prácticas y sentidos que exceden el propio y limitado ámbito de la interacción mediática y se realizan en escenarios en los cuales sólo encontramos relaciones y vínculos interpersonales. Es en estos espacios donde las identificaciones se traducen en prácticas de compromiso y acción hacia y con los otros y, en particular, debieran interesarnos en la medida que son estos procesos los que conducen y definen la organización y acción colectiva.

Referencias

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1 Revista ALAIC. Año 2011.Pp.40-50.

2 Entre estas investigaciones realizadas desde el año 1994 hasta la actualidad destacamos por su directa relación con el tema que aquí tratamos: “Regionalización, medios de comunicación e identidades locales”; “Espacios de interacción mediática, procesos de identificación y participación ciudadana”; “Mediatización de prácticas políticas y espacios informativos locales”; “La participación del público en televisión. El público en las noticias nacionales y locales”, subsidiados en Argentina por ANPCYT/FONCYT; CONICET; Agencia Córdoba Ciencia y SECYT/UNRC. Realizamos, además, sucesivos estudios cuantitativos de audiencias en la ciudad de Río Cuarto. Esta ciudad está ubicada al sur de la provincia de Córdoba –Argentina-. Según una proyección del censo nacional del año 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos tiene 163.885 mil habitantes. Sus actividades económicas primordiales son el comercio y los servicios que presta a una región eminentemente agrícola-ganadera. Sus medios más importantes son un canal de televisión abierto, un diario, una emisora radial AM y más de veinte emisoras FM.

3 Indudablemente un campo de investigación que es necesario ampliar y profundizar es el referido al modo en el que se integran a los otros tipos de interacción las redes virtuales, cuestión que en este trabajo sólo se sugiere. Creemos que los avances en este sentido redundarán en el mejoramiento de la comprensión de la comunicación como proceso integrado de interacciones con el entorno.

4 La cursiva está en el original. Estos autores, en especial Lazarsfeld, fueron olvidados y muchas veces intencionalmente descartados como fuente de consulta y orientación, en la medida que se los identifica con la escuela funcionalista y su visión de una sociedad carente de conflictos. Maigret sostiene que estas críticas “sólo se justifican parcialmente” porque si Lazarsfeld se oponía a los críticos de los medios era porque los consideraba parte de una elite “superada por la democratización, pero veía la crítica como un elemento indispensable en una sociedad perpetuamente trabajada por la contradicción” (2005:138). En este sentido, Bourdieu ofrece una caricaturesca y amena visión de la relación opositiva entre Lazarsfeld y Adorno (1999:522).

5 Asociamos este requerimiento social de autonomía que se hace al individuo con la paradoja comunicativa que establece la orden “se espontáneo” de la cual nos habla Bateson (1965). Tal como venimos tratando el problema de la individualización, la orden “se autónomo” puede interpretarse como “asume tus sujeciones”.

6 Seguimos a Hall en la conceptualización de la identidad acentuando su carácter contingente, siempre en proceso, por lo cual adquiere el carácter de identificaciones no carentes de conflictos y contradicciones. (1996).

7 En estos trabajos damos cuenta de las redes y conexiones interpersonales en las cuales se asientan secuencias informativas producidas por los medios; también, de aquellas que se originan por la propia puesta en el escenario mediático de vecinos y ciudadanos comunes. Hemos presentado un avance de esta idea, en la que proponemos una tipología de estos procesos, en el III Coloquio Binacional Argentina- Brasil de investigadores de la comunicación realizado en Recife, en el mes de setiembre (2011), titulado “Los medios y las redes interpersonales. Sesenta años después de Lazarsfeld”.

8 Se sugiere ver Pizzorno cuando analiza los vínculos entre las relaciones interpersonales y la subjetivación en Foucault (1990, p.201)